miércoles, 19 de junio de 2013

3. Dubai, UAE

Dubái, ha sido morada de intrépidos comerciantes desde tiempos ancestrales, la cueva de Alibaba y como alguno de los orígenes persas que su nombre indican, “cosa que fluye”.

Es una ciudad bañada por las cálidas aguas del Golfo Pérsico e integrante de la federación conformada por Abu Dhabi, Ajman, Dubai, Fujairah, Ras al-Khaimah, Sharjah, y  Umm al-Quwain (UAE), la cual podría definirse como el paraíso del exceso. Una orgia de construcciones babilónicas pueblan el desierto de Arabia, al más viejo y puro estilo de Nevada, ciudades surgidas en medio de la más absoluta desolación, cuyos cimientos reposan en burbujas efímeras. 


Los abras son un sistema tradicional de transporte entre Deira y Bur Dubái.
El oro negro que corre por el subsuelo de los Emiratos, a diferencia de otras monarquías dentro de la confederación, no baña las cuentas privadas de la Monarquía Absoluta y sus adyacentes secuaces establecidos en Dubái. Sagazmente, su lugar fue ocupado durante décadas, por la política de crecimiento conocida como “el Ladrillazo”, creo que a algunos os suena este término, ¡pues bien! vaya novedad también para ellos, este sector está en pleno proceso de auto flagelación, d-construyendo todo a su paso.

Burj Khalifa,  828 m de altura
Muros de hormigón, acero y cristal han sido levantados allí, alcanzando su máxima expresión en el más fastuoso de los rascacielos, conocido como “Burj Khalifa. Construcción faraónica, la cual se eleva al cielo, fragmentando en mil pedazos el delicado tejido de las nubes, hasta límites donde la vista no alcanza a distinguir.


La habitación en la que me encuentro está situada en una zona extremadamente futurista, espeluznantemente  inhumana. Apesta a sociedad elitista; yates, clubs de golf, hoteles de siete estrellas, islas artificiales, mega centros comerciales… Estos son, sin duda, los pilares que sostienen las catedrales del consumo, las cuales de manera aparentemente inevitable, se han convertido hoy día, en nuestra iglesia verdadera. Lugares donde el consumismo desenfrenado ejerce su ley a modo de  religión.  

World Trade Centre, Jebel Ali Metro Station    
Emirates Towers 




  














Ya en la calle,  con la intención de desvelar el reverso de la moneda, rápidamente descubro que no son muchos los valerosos que se lanzan a conocerla desde sus entrañas. A cada paso que doy, percibo de manera más intensa y evidente, la esencia de todos los ingredientes que conforman el  pútrido coctel de la codicia y la contradicción. Sociedad en la que solo por herencia, uno puede abrirse paso entre las grietas de las babélicas torres que allí anidan. Donde conviven mujeres envueltas dentro de sus delicados Burkas, acarreando raudales de bolsas anunciando a las marcas más exclusivas, junto a una clase humilde-trabajadora,   formada por emigrantes de numerosos origines,  habitantes de los apretujados ghettos, cuyas existencias están sometidas a las cuotidianas inclemencias déspotas de la violación de sus derechos más fundamentales.

Barrio obrero, Dubai Creek
De modo resumido como una mujer me indica en tono profético, dentro del vagón de metro: “Tu no deberías estar aquí” tardo veinte segundos en reaccionar ante tal sugerencia y otros veinte más en entender que me está indicando la dirección hacia el vagón contiguo,  ya que, en Emiratos está prohibido y penado por ley el hecho de compartir, el tedioso tramite de punto A a punto B,  junto a sujetos del sexo opuesto. Un gigantesco entramado de segregación.  

Playa en el Golfo Pérsico


Abrumado y apesadumbrado me dirijo a la sección a la que estoy asignado, hago mis maletas y me voy de esta ciudad.